Cuando se habla de circular a ciegas se hace referencia al defecto más habitual de los conductores y que consiste en un campo de visión limitado. Es decir, la atención se dirige casi exclusivamente al coche precedente y a los estímulos viales más próximos lo cual deja fuera una gran cantidad de información que podría resultar vital.
El hecho es que este tipo de conducción desatiende avisos del entorno de gran importancia como posibles obstáculos alrededor, peligros más allá del coche que va por delante o alteraciones y problemas que pueden surgir tras esa curva que se avecina. Una ceguera contextual, como cuando hay niebla, que se sufre de forma inconsciente, afecta a la gran mayoría de personas que se ponen al volante y reduce notablemente su capacidad de anticipación.
Así, por ejemplo, circulando a 120 km/h por la noche y, de haber una pared en mitad de la carretera, esta pasaría inadvertida por lo que no se podría evitar el choque. Según los cálculos, dado que el alcance de las luces es 5 metros más corto que la distancia de frenado, el impacto se produciría a casi 20 km/h. Suficiente para que merezca la pena prestar más atención.
Una vez más se confirma la necesidad no sólo de poseer un alto nivel de concentración sino de ampliar la visión el máximo posible. Por tanto, resulta clave para la seguridad, tratar de comprender lo máximo posible el escenario completo en el que se conduce y que abarca mucho más que el coche de enfrente.
Al volante, abre bien los ojos.
Y recuerda que para cualquier parada siempre puedes aprovechar tu paso por Josenea Zone Auto, la estación de servicio donde lavar o poner a punto tu coche o simplemente tomarte un café y estirar las piernas.
Fuente: Autocasión.