Se trata de una pieza clave dentro del sistema de refrigeración del automóvil y por tanto, también para el motor. De ahí que mantener el radiador del coche en perfectas condiciones resulte crucial para evitar daños internos en los mecanismos del vehículo.
Su función consiste en enfriar el agua que entra al motor, e impedir de este modo posibles averías, y recoger el agua que expulsa al realizar su cometido. En el momento en el que el piloto, que informa acerca de la temperatura del motor, realice cambios repentinos o presente valores superiores a 90 grados, será necesario detener el coche y acudir al taller de confianza para que examinen el estado del radiador.
Lo más recomendable es recurrir siempre a líquidos refrigerantes de calidad y cambiarlos aproximadamente cada 20.000 kilómetros o una vez al año para asegurar su efectividad. Algunos expertos aconsejan, además mezclar el líquido con agua ( 60% del primero y un 40% del segundo) para lograr la combinación perfecta capaz de mantener la temperatura adecuada.
Para saber si el radiador está en buen estado lo más inmediato es comprobar que, al accionar la calefacción del coche, el aire despedido desde el salpicadero no sale caliente. Si apenas despide aire o se perciben olores extraños, muy probablemente exista algún tipo de problema mecánico que necesitará la evaluación de un especialista.
Así mismo, si tras circular durante varios minutos, se experimenta un elevado nivel de condensación en el interior del vehículo,o se detectan algunas manchas de líquido refrigerante en las alfombrillas del suelo, puede que el radiador presente alguna fuga.
En cualquier caso, siempre que exista la más mínima duda del correcto funcionamiento del radiador, es importante solicitar la valoración de los mecánicos profesionales del taller de confianza. Y es que cualquier descuido puede comprometer seriamente la salud y vida útil del motor.
Una recomendación de JOSENEA ZONE AUTO.
Fuente: euromaster/autofit