Aparece casi sin darnos cuenta, sigilosa y agradable pero potencialmente mortal cuando se está al volante. Es la somnolencia, uno de esos problemas que parecen inocuos pero que implican graves consecuencias en las carreteras. Su impacto, de hecho, es notable ya que entre el 20% y el 30% de los accidentes de tráfico se deben al sueño y la fatiga.
Y la mejor forma de combatir este enemigo invisible es con la prevención. Es decir, eludiendo los desplazamientos en estados de cansancio o, de no ser posible, tomando, al menos, ciertas precauciones para evitar ser presa de sus cálidas garras. El primer paso, por tanto, es hacerse cargo de la propia situación comprendiendo el nivel de cansancio que se sufre.
Si se va a realizar un viaje largo, lo más recomendable es realizar algo de actividad previa para despejarse y activar el cuerpo. Durante el recorrido es necesario adoptar una postura cómoda pero correcta y beber mucho líquido evitando los excesos de bebidas estimulantes como el café o té ya que tienen efectos a muy corto plazo. De la misma forma, es igualmente importante parar cada dos horas o 200 km para retomar el nivel de concentración y prestar mucha atención al último tramo del trayecto o la última hora de conducción ya que se suele bajar la guardia por la urgencia de llegar a destino.
No obstante estas medidas de seguridad necesarias, los expertos indican que resulta todavía más recomendable disfrutar de un buen descanso de forma habitual. Evitar cenas pesadas, el uso de pantallas o bebidas estimulantes y alcohol antes de ir a dormir son gestos que pueden contribuir a mejorar la calidad del sueño. También conviene tratar de descansar el mismo número de horas todos los días de la semana y limitar la duración de las siestas para no restar tiempo de sueño a la noche. En definitiva, pequeñas rutinas que pueden favorecer un adecuado reposo e impedir la aparición de la silenciosa y tan peligrosa somnolencia al volante.
Cuídate y , en la carretera, mantén los ojos bien abiertos.
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