Es sobradamente conocida la necesidad de realizar un buen mantenimiento del coche como medida de seguridad lo cual, no solo implica recurrir a nuestro taller de confianza ante la mínima anomalía sino prestar atención continua a una serie de detalles. No hace falta ser un experto pero sí ser minucioso.
Para empezar, resulta crucial comprobar constantemente el estado de los neumáticos sobre todo en los cambios de estación ya que las diferencias de temperatura pueden generar modificaciones en la presión de las llantas.
El nivel del aceite también es de suma importancia ya que son los aceites y lubricantes los que evitan el desgaste del motor y, por tanto, de sus piezas. En el caso de verificar un descenso rápido de dicho nivel o de detectar manchas en el suelo, habrá que plantearse la posibilidad de una fuga. Y, por supuesto, no hay que demorar el cambio periódico de aceite que suele estipularse, por lo general, cada 20.000 km.
En cuanto a los frenos, conviene asegurarse durante la conducción de que el mecanismo no ofrece ninguna resistencia extraña o holguras insólitas o que la distancia de frenado se mantiene intacta. Pero para evitar sorpresas, lo más recomendable es someter el sistema de frenado a una inspección regular para comprobar el desgaste de las piezas y que el nivel de líquido es el correcto. De igual manera, los amortiguadores (que ejercen una función de nivelación ante posibles impactos) deben encontrarse en perfecto estado.
Revisar la batería en profundidad cada 3 años, a menos que presente algún fallo antes de este plazo; verificar las condiciones de los parabrisas y escobillas (y cambiarlas periódicamente); examinar los faros y los espejos retrovisores también debería formar parte de la rutina de todo conductor. Porque solo con un control continuo del vehículo se pueden detectar a tiempo posibles averías y evitar situaciones de riesgo innecesarias.
Un artículo de audioledcar.
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