Por muy confortable que llegue a ser un automóvil, los embotellamientos, los largos trayectos o simplemente el estado de las carreteras pueden influir negativamente en el estado físico y mental del conductor. Y es que no solo se trata de prestar atención a la mecánica de la conducción sino a toda una serie de estímulos externos continuos.
El mismo manejo técnico puede variar por tramos y presentar exigencias muy diversas para circular por altas pendientes, curvas cerradas o bien por las diferentes condiciones meteorológicas que pueden presentarse como la lluvia, el fuerte viento o la nieve. Si a todo ello se añaden factores como la agresividad de ciertos conductores o el estrés que puede generarse en el interior del vehículo (por ejemplo, con niños), el desgaste está asegurado.
Como consecuencia, a parte del entumecimiento producido por el tiempo que se transcurre al volante en una misma postura, se pueden sufrir dolores en piernas, brazos, hombros y cuello. Son molestias que se incrementan a medida que aumenta la distancia recorrida pero que pueden evitarse y minimizarse tomando ciertas precauciones.
Para empezar, adoptar una posición correcta para la conducción resulta crucial. De la misma manera, es aconsejable realizar paradas de descanso cada dos horas y modificar la propia posición del asiento con relativa frecuencia durante el viaje. En cuanto a esta última recomendación, el diseño universal de los asientos vehiculares ya suele facilitar de por sí una colocación adecuada de brazos y rodillas (por encima de la línea de la cintura) para garantizar el correcto flujo sanguíneo en las extremidades. Pero cada conductor debe adecuarlo a su propio confort.
Porque una conducción cómoda es una conducción más segura.
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Fuente: elpais.com/autofit/autoocasión