Poseen grandes ventajas técnicas con el único inconveniente de que cuentan con una mecánica más compleja que implica más posibilidades de sufrir averías. Se trata de los motores turbo que exigen especiales atenciones y cuidados para detectar los fallos a tiempo y poder así minimizar al máximo la gravedad de los mismos.
Su funcionamiento es aparentemente sencillo pero exige aceites de muy buena calidad para lograr una adecuada lubricación y refrigeración así como rodamientos de baja fricción muy precisos y en perfecto estado. Es decir, son condiciones tan rigurosas que no siempre son asumibles especialmente en rodajes de cientos de miles de kilómetros.
Lo importante, sin embargo, es ser capaz de escuchar los síntomas de potenciales daños para actuar con inmediatez. Uno de los más frecuentes es la pérdida de potencia y aparición de silbidos al acelerar que implica un fallo en el turbo que se traduce en un aumento del consumo y falta de brío o funcionamiento errático. Su reparación es viable y relativamente asequible.
Otra señal de alarma es el comportamiento irregular del motor que puede deberse a un fallo en la válvula de descarga que puede ser fácilmente reparada. Lo que sí resulta más complicado es la detección de humo azulado en el tubo de escape, especialmente en frío, o un aumento preocupante en el consumo de aceite. En ese caso lo más recomendable es acudir cuanto antes al taller para evitar que el turbo colapse por completo o termine por beber todo el aceite inutilizando por completo el motor.
Igualmente debe llamar la atención el descubrimiento de sonidos metálicos en fases de aceleración, gruñidos y falta de potencia en el coche. Esta situación entraña el riesgo de que las turbinas estén girando descentradas y algunas de sus aspas desprendidas alcancen el interior del moto. Por eso, al escuchar ruidos escandalosos procedentes del turbo, lo mejor es detener el coche en el lugar más seguro posible, apagar el motor cuanto antes y avisar a la asistencia en carretera.
Sin duda alguna el turbo es un componente al que hay que cuidar mucho. Y eso también se consigue contribuyendo a mantenerlo en buen estado mediante aceites de alta calidad con los cambios oportunos, no apagando el coche nada más llegar al destino para que el turbo se refrigere o no acelerando en exceso cuando el aceite aún no ha alcanzado la temperatura adecuada.
Fuente: Motorpasión
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