Cuando se aborda el argumento de la seguridad en la conducción, el empleo del cinturón suele ser uno de los primeros en nombrarse. No obstante, existe otro elemento crucial que pasa algo más desapercibido pero cuyo papel es clave si se produce un impacto. Es el parabrisas laminado, algo que evita que el cristal se haga añicos al recibir un golpe y que reduce notablemente los efectos colaterales de una colisión.
De hecho puede considerarse uno de los inventos más relevantes de los anales de la historia de la automoción. Basta recordar aquellos primeros vehículos sin parabrisas que obligaban a los conductores al uso de gafas para protegerse del viento, polvo y piedras que podían saltar en el trayecto. Si bien los acercamientos iniciales a los parabrisas actuales fueron modestos, las ventajas quedaron patentes desde el primer instante.
El problema que, sin embargo, debían superar era obvio: la rotura de los cristales que causaban lesiones, algunas de gravedad, a los ocupantes de los coches en caso de accidente. Se llegó a hablar incluso del “collar de cristal” para referirse a lo que sucedía cuando estos atravesaban el parabrisas de cabeza. Y llegó la solución como por casualidad cuando, un día de 1903, a Edouard Benedictus se le cayó un vaso al suelo rompiéndose pero manteniendo sus piezas juntas gracias al nitrato de celulosa que impregnaba el recipiente. Y fue que a partir de ese momento y, tras diversos estudios, logró desarrollar los vidrios laminados.
Poco tiempo después comenzó su aplicación en el campo de la automoción pero no fue hasta 1926 que se montó el primer parabrisas laminado de serie. No era la solución perfecta porque demostraba cierta fragilidad con el paso del tiempo por lo que hubo que seguir estudiando alternativas igual de eficientes pero de mayor resistencia. Y así se fueron innovando soluciones hasta llegar a nuestros días en los que los parabrisas continúan creciendo en complejidad y sofisticación: ahora más grandes, más inclinados, con mayor visibilidad, con filtración de rayos ultravioleta, capacidad para absorber el calor y metal…etc.
En otras palabras, hablamos de un elemento que, junto al cinturón de seguridad, más vidas ha salvado y lesiones ha evitado en la historia automotriz. No hay que subestimar por un solo momento su poder y, en consecuencia, conviene hacer lo posible por mantenerlos siempre en perfecto estado. Esto es: realizando las revisiones periódicas oportunas, asegurando que su superficie está siempre limpia y evitando prácticas peligrosas como usar el limpiaparabrisas con el sol de frente o con la presencia de polvo y arena, aparcar bajo un árbol (por el riesgo de resinas y excrementos de pájaro), o descongelar el parabrisas con agua caliente o calefacción elevada (se pueden producir roturas).
Porque un parabrisas cuidado es un trayecto más seguro.
Fuente: Noticias coches.
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